domingo, 22 de mayo de 2016

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sábado, 14 de junio de 2014


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La de la esquina



Siempre que paso por la esquina de Caracé y Yamandú, miro a donde
estaba ella. ¿Será por costumbre? Cuando era niño siempre estaba ahí,
en esa esquina. Se decía que tenía una hermana gemela que vivía en
Abrevadero y Magalona. 
En las tardecitas cuando terminábamos de jugar a la pelota en el campito
frente a mi casa - la vieja cancha del San Juan - corríamos carreras para
quien la alcanzaba primero, para que nos refrescara. Ahí mirando por la
ventana, siempre vigilándola para que no abusáramos ni la dañáramos,
estaba "El Morrocoyo". No me puedo acordar su nombre, pero así lo
conocíamos, por ese apodo. De golpe salía y nos echaba, pero al otro día
volvíamos a visitarla: vestida de color amarillo, con sus dos caravanas
doradas – los grifos por donde salía el agua - nuestra canilla de la esquina
nos esperaba para regalarnos su fresca agua de O.S.E. 
No éramos los únicos: lo más frecuente era encontrar vecinos haciendo
cola con sus baldes, algunos con carros y grandes tanques de plástico
en ellos. 
El negro Araña todas las tardes, verano o invierno – sí, invierno dije - con
su toalla y su barra de jabón Torino y cepillo para lavarse la ropa, todo
pronto para bañarse en la canilla.
La gente de la Casa Grande, los "Garrinchas" como se les decía en el
barrio, llegaban siempre discutiendo entre ellos. El Tuco y el Carlitos
acompañaban a su hermana mayor la Teresa y al Ever, uno de los más
chicos. No había una sola mañana que no se agarraran a trompadas
entre ellos y ¡cuando no! Al Carlitos le daba un ataque de epilepsia.
Los lunes el comentario era lo ocurrido el domingo en la cancha.
Ganáramos o perdiéramos siempre se decía lo mismo: ¡nos robo el juez!
Sin mencionar las cosas bonitas que decía Josefa Ramírez.
Doña Fía conversando con Doña Ernestina, la madre del "Negro de las
sandias" y El Loro Grajales, que no podía con el "genio de chusma", se
metía en las conversaciones cuando pasaba para comprar en el almacén
de Carlos Martínez "El Judío". No había quién se salvara de que le
sacaran el cuero.
La canilla sabía los secretos de gran parte de la gente, siempre quietita en
su esquina. 
Ya no existe el campito, la Casa Grande no está y todas las casas del
barrio tienen canillas de sobra. Y yo siempre que paso por la esquina me
acuerdo de “La Canilla", de cuando era niño y me mandaban a buscar
agua con la olla de aluminio, porque balde no tenía. Grandes guerrillas
de agua se hacían. Mi vieja Canilla de La Esquina ¡Qué nostalgia me das!

La Casa Grande

Aun se desconoce bien quienes y para que propósito la construyeron.
Se dice que fue un doctor a fines del siglo XIX, con el fin de ayudar a enfermos con problemas respiratorios, dado que en aquel momento la tuberculosis afectaba a buena parte de la población.
A principios del siglo XX se convierte en un destacamento militar para controlar a los matreros de la zona. Entre el año 1910 y el 1939 la Casa Grande conoció seis dueños, hasta que el 24 de junio de 1939 fue adquirido por Don Francisco Di Cristofaro Di Bartolomeo.
Es entonces que la Casa Grande se convierte en una casa de inquilinato donde se apretaban un gran número de personas y familias, muchas de ellas inmigrantes. Cuando el negocio del inquilinato deja de ser redituable Don Cristofaro abandona la Casa Grande, no así las familias que vivían en ella, que continúan haciéndolo en calidad de ocupantes.
En las fiestas navideñas, cumpleaños y carnavales era todo alegría. Se formaban tamborileadas y los viernes en la noche se armaban grandes "Timbas", que duraban hasta el amanecer del día lunes. Nadie sabía a ciencia cierta cuanta gente vivía en ella, pero siempre parecían ser más de los que ella podía albergar.
Llega el año 1985 y una deteriorada Casa Grande ve llegar un día la orden de desalojo para sus habitantes y poco tiempo después la demolición.
No se ha vuelto a construir en el solar que ella ocupaba, donde entre los yuyos aún se pueden ver restos de sus gruesas paredes, pero la Casa Grande aparece una y otra vez en los cuentos y anécdotas de los vecinos de Abayubá.

Pocho y Teresa



Qué no hicieron por el barrio: fue mucho y tanto, luchadores de toda una vida ¡Cómo trabajaba esa gente!
Nunca voy a olvidar todo lo que se hizo para lograr hacer la policlínica.

Me parece ver a Pocho meta pegar bloque y ladrillo. Cuando parecía que no daba más allá se aparecía Teresa con una pizza de aquellas que hacía ella y una botellita de vino casero - hecho por el Pocho-. Me acuerdo escucharlo decir: Mi viejita… por más que me traigas esto yo hoy no voy a seguir.
-Dale Pocho - decía ella – solo hasta que se termine ese material que hay ahí (¡Quedaba un montón!). Así todos los días hasta que se terminó la policlínica: el 30 de octubre de 1990 quedó inaugurada.
Para costear gastos se vendía un ticket de 2 pesos entre los vecinos. Teresa iba casa por casa los lunes, miércoles y viernes y yo iba los martes, jueves y sábados.
Iba Teresa y vendía todos los numeritos. Iba yo y vendía 5 o 6 nomás.
Un día Pocho, que llevaba las cuentas, me dice: ¿por qué motivo Teresa vende todos los números y vos no?
Al ver que Pocho me rezongaba Teresa no tuvo más remedio que decir la verdad: le pedía plata a Pocho para comprarse un helado grande, se compraba un helado chiquito y con el vuelto ponía la plata de los que no pagaban el ticket.


Nuestra policlínica, el sueño de Pocho y Teresa y de otros tantos vecinos anónimos que colaboraron, se encuentra ubicada entre las calles Magalona y Cuacziola, en donde también se ubica la plaza de deportes y la antigua garita policial. Lleva el nombre de Juan Carlos Mancasola, el Pocho.
La policlínica fue construida a pulmón, reformando la garita policial ya mencionada. El viejo calabozo con su puerta original de chapa y la ventanita de 10 x 30cm. es donde se guardan los medicamentos.
A los fondos de la policlínica se ubicaba la antigua comisión de fomento a finales de la década de los 70. La presidía Don Julián Duran, capaz que con una ideología distinta a la de Pocho y Teresa, pero con un solo fin en sus pensamientos: ver crecer el barrio Abayubá con el esfuerzo unido de los vecinos.




















viernes, 23 de mayo de 2014

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