Señora muy linda, cariñosa, siempre con una sonrisa: muy humilde pero alegre.
Siempre tenía una fiestita en mente y, pensando en los gurises del barrio, nunca se le escapaba un carnaval ¡Hacía cada carros más lindos para el desfile! Con carpa de indios, gauchitos, bailarinas…la que más me recuerdo es un rancho muy bien logrado que tenía una araña en el techo que daba chucho, todo esto con sus propias manos.
Durante el año, con ropas que los vecinos le daban ella cosía delantales y bombachitas y los vendía en el barrio, y así seguía con su meta: cuando llegaba la navidad, Doña Pola, vestida de Papá Noel o Rey Mago te esperaba, ¡y dalo por seguro! Tenía su regalito el que necesitaba y el que no también, ella no hacía diferencias ni con sus cuatro hijos ni con los vecinos: allá un nene tenía dolor de panza o no dormía, allá iban todos a que Doña Pola los aliviara del empacho, del mal de ojo, y de vuelta el carnaval: disfrazarse, desfilar y terminar en lo de Doña Pola Con un baile de disfraces y empanaditas…es de nunca olvidar y nunca olvidarse de aquella sonrisa tan linda y con mucha bondad.
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